26 de enero de 2011

Cambio de escenario en el seguimiento de la calidad de la prescripción: adiós GAIA-IB, hola FIC

Mucho se habla de la calidad de nuestro Sistema Nacional de Salud y de cómo mantenerla en este momento de dificultades económicas. Pero a pesar de estar en boca de todos, de entrada, el concepto de calidad —y más concretamente el de calidad asistencial— nos parece algo alejado de los profesionales y más relacionado con los equipos directivos, con modelos de certificación complicadísimos que van acompañados de exigentes auditorías, y con novedosos y sofisticados recursos tecnológicos.

Sin embargo, nada más próximo a la realidad del día a día y a la labor del profesional. La calidad del sistema sanitario la construimos entre todos y todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad para que éste alcance los niveles de calidad mínimamente exigibles. Ofrecemos calidad si todos hacemos bien aquellas cosas que debemos hacer.

Si nos centramos en el tema del que nos ocupamos en este blog, la asistencia farmacoterapéutica, gran parte de la responsabilidad para mantener la calidad recae en los prescriptores, es decir, principalmente en el colectivo médico. El medicamento es uno de los principales recursos terapéuticos y, consecuentemente, la calidad del conjunto de las prescripciones efectuadas por los médicos de una organización sanitaria repercute de forma importante en la calidad asistencial que ofrece dicha organización.

Pero, ¿qué requisitos debe cumplir una prescripción de calidad? Se considera una prescripción de calidad aquella que, para las necesidades clínicas de cada paciente, mejor combina eficacia, seguridad y conveniencia al menor coste posible para la organización sanitaria y para los usuarios de la misma.

Dada la relevancia de la calidad de la prescripción y, por consiguiente, de la prestación farmacéutica que ofrecen, la adecuada gestión de las organizaciones sanitarias exige la puesta en marcha de programas de evaluación y mejora de la calidad de la prescripción. Estos programas, combinados con la promoción del uso racional de los medicamentos, se vienen desarrollando desde hace casi veinte años en nuestro país. Tradicionalmente consisten en el seguimiento de la prestación farmacéutica, en los aspectos de cantidad de medicamentos y coste, desagregando la información en diferentes niveles organizativos y de gestión. Como fuente de datos se emplea la base de datos de facturación de recetas. Para cuantificar la calidad de prescripción —y manejar así números y no sólo apreciaciones personales— se emplean los indicadores de calidad de la prescripción (ICP). Los ICP se suelen incorporar a los contratos de gestión de los centros sanitarios ligados a estrategias de incentivación económica.


Y aunque hay descrita alguna experiencia con este tipo de iniciativas en el nivel asistencial de atención especializada, con buenos resultados, estos planes de seguimiento y de mejora de la calidad de la prescripción todavía no se han generalizado en este ámbito. Queda mucho por trabajar, principalmente en lo que respecta a la prescripción externa hospitalaria, con la finalidad de romper con la prescripción inducida y no consensuada entre profesionales, que dificulta que los criterios de empleo de la farmacoterapia de ambos niveles asistenciales vayan en consonancia.

Para que estos programas de mejora de la calidad de la prescripción puedan llevarse a cabo, es imprescindible disponer de profesionales que trabajen en la promoción de la buena prescripción y del uso adecuado de los medicamentos. Además, para que sean bien aceptados por el médico, deben ir acompañados de la difusión de información a los profesionales sobre las evidencias y los argumentos en los que se basan.

En el Servei de Salut se va a producir un cambio de escenario en el seguimiento de la calidad de prescripción: abandonamos nuestro gestor de la prestación farmacéutica (GAIA-IB) y la base de datos de prescripción de recetas y nos pasamos a los datos de prescripción del módulo de receta electrónica combinados con información clínica de la historia electrónica gracias al Data WareHouse corporativo (FIC). Confiamos en que el cambio sea para mejor y nos ayude a acercar los indicadores a la actividad asistencial del médico.

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