13 de diciembre de 2011

Una prescripción informada, reflexiva y centrada en el paciente (¿conservadora?) - Segunda introducción

La actividad clínica de los profesionales sanitarios y principalmente los médicos tiene en la prescripción uno de sus componentes nucleares. Como es bien conocido no se limita a la de medicamentos (también se prescriben, por ejemplo, dietas y ejercicio) pero son éstos los que la protagonizan. Como afirman el Dr. Schiff y cols. en el artículo objeto de comentario, es excepcional el encuentro clínico que finaliza sin una prescripción de fármacos.

Los autores referidos establecen una serie de principios que deberían caracterizar una prescripción de medicamentos de calidad y segura, conservadora, que no cause perjuicios evitables a los pacientes. El análisis es certero y las propuestas coherentes y útiles, especialmente para los profesionales más jóvenes.

Confieso que no acaba de gustarme el calificativo de “conservadora” para una prescripción de calidad y segura, realizada en un contexto informado y reflexivo acerca de su necesidad y oportunidad. La segunda acepción de la palabra conservadora en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua la adscribe esencialmente al ámbito político, a las instituciones y partidos “favorables a la continuidad en las formas de vida colectiva y adversas a los cambios bruscos o radicales”. Es cierto que el diccionario especifica que la oposición se dirige especialmente a este tipo de cambios pero, en nuestra cultura latina tan propicia a la traslación genérica de los términos, es difícil separar el vocablo conservador del de reaccionario y, secundariamente a éste, del pensamiento y actitud opuestos a la innovación, en definitiva al cambio. Conservador era sin duda el Príncipe de Salina protagonista de la novela il Gatopardo, de Lampedusa, un conservador inteligente que preconizaba el cambio superficial que garantizaría la continuidad de lo importante, de los principios en los que se asentaba la sociedad y clase que representaba. No creo que los autores de este magnífico artículo merezcan que se les sitúe en la órbita lampedusiana. Sus reflexiones son críticas en relación a conductas médicas desgraciadamente habituales y propugnan una innovación o cambio que rompa con la rutina continuista de una prescripción no centrada en los intereses y seguridad del paciente. No estamos, por tanto (en mi opinión), ante un planteamiento terapéutico conservador si no más bien todo lo contrario.

De lo anterior se deduce que mi propuesta sería calificar a la prescripción que se asienta en los principios expuestos por Schiff y cols. como informada, reflexiva y centrada en el paciente. Es un título más largo pero creo sinceramente que, quizás por ello, describe mejor los pilares en que debe basarse este ámbito nuclear de la actividad sanitaria.

La importancia de los principios propuestos por Schiff y cols. se hace aún más patente en el contexto de los sistemas y práctica propios de los países desarrollados, con una cantidad creciente de pacientes con problemas crónicos a los que se prescriben múltiples fármacos y que están en riesgo elevado y constante de presentar efectos secundarios e interferencias medicamentosas potencialmente graves. En los planes y programas de atención a la cronicidad una de las prioridades se centra en lo que ha venido en denominarse “conciliación terapéutica”. La OMS define la conciliación terapéutica como el proceso formal de verificación de la medicación habitual de un paciente en el momento de ingresar en un hospital y su comparación con la nueva medicación prescrita, evitando duplicidades, interacciones o contraindicaciones entre ambos tratamientos. Este concepto abre una nueva vía de reflexión, en mi opinión, no suficientemente desarrollada en el trabajo de Schiff y cols., centrado en el encuentro médico-paciente, e introduce la coordinación y continuidad asistencial entre los distintos ámbitos y niveles del sistema sanitario como un factor clave para conseguir una prescripción informada, reflexiva y centrada en el paciente. En este marco, el papel de la atención primaria y de la comunicación entre sus profesionales y los de los hospitales de agudos o instituciones de crónicos es esencial.

La conciliación terapéutica implica también el desarrollo de una atención proactiva que pretende anticiparse a los problemas y, si es posible, evitar su aparición y/o consecuencias graves para el paciente.

En definitiva y para finalizar estas breves líneas de reflexión, quiero poner énfasis en la necesidad de no limitarse a mejorar todo el contexto de la interacción del médico (profesional sanitario) con el paciente y contemplar también determinados aspectos de la organización y recursos del sistema de salud si queremos realizar un abordaje integral de la prescripción y sus problemas.

Dr. Amando Martín Zurro para Iniciativa por una Prescripción Prudente

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