El asma y la EPOC son dos de los problemas respiratorios de mayor trascendencia en la actualidad ya que presentan una morbimortalidad alta y, como consecuencia, generan un importante consumo de recursos asistenciales y económicos. En ambos casos la terapia inhalada es la base del tratamiento farmacológico, siendo los medicamentos más empleados las combinaciones de beta-adrenérgicos de larga duración y los corticoides inhalados. Por ello, en el número 22 del “El Comprimido” se revisa el papel de estos medicamentos en el tratamiento de estas dos enfermedades.
El tratamiento farmacológico del asma debe aplicarse de manera escalonada en función de la gravedad del cuadro clínico. En el asma persistente leve —el primer escalón de gravedad del asma que precisa tratamiento farmacológico— debe realizarse con corticoides inhalados a dosis bajas o medias. Los corticoides inhalados son el tratamiento de elección ya que son los medicamentos más efectivos para el control del asma; además, a dosis bajas-medias son bastante seguros y su balance beneficio/riesgo resulta favorable.
Sólo en el asma persistente moderada se debe pasar al siguiente escalón terapéutico, que incluye la asociación con un beta-adrenérgico de larga duración por vía inhalatoria. Se debe tener presente que los beta-adrenérgicos de acción larga nunca deben emplearse en el tratamiento del asma en monoterapia sin asociar con un corticoide inhalado, puesto que en esas condiciones se han relacionado con un incremento de la mortalidad.
Es decir, en lo que respecta a la terapia inhalada, la mayor parte de los pacientes asmáticos —los que presentan cuadros de menor gravedad— se pueden tratar empleando únicamente corticoides inhalados en monoterapia (incluyendo un beta-adrenérgico de acción corta para el control de las crisis).
De modo que el mensaje fundamental en el tratamiento del paciente asmático en relación con las combinaciones es que no se debe iniciar nunca un tratamiento inhalado con una combinación sin haber probado antes el escalón previo con el corticoide en monoterapia.
Por el contrario, en el tratamiento de la EPOC los broncodilatadores son el tratamiento de fondo de la enfermedad (beta-adrenérgicos o antimuscarínicos de larga duración). La adición de un corticoide inhalado aporta unos beneficios —la reducción del número de exacerbaciones— y unos riesgos —un mayor riesgo de neumonía, entre otros— al tratamiento de base con el broncodilatador. En las guías de práctica clínica existe unanimidad en la recomendación de que en el primer escalón del tratamiento de los pacientes con un FEV1 superior o igual al 50% no deben utilizarse las combinaciones de de beta-adrenérgicos de larga duración y corticoides inhalados a no ser que continúen sintomáticos con los broncodilatadores de acción larga. Los pacientes con un grado avanzado de EPOC (FEV1 inferior al 50%) que sigan presentando exacerbaciones frecuentes a pesar del tratamiento broncodilatador serían los principales beneficiados por el uso de la combinación.
Tras lo expuesto, podemos concluir que el empleo de las combinaciones, tanto en el paciente asmático como en el paciente con EPOC, exige ajustarse estrictamente a las recomendaciones de tratamiento escalonado y subir de escalón terapéutico, prescribiendo una combinación, sólo cuando el paciente no esté bien controlado en el escalón previo.
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