Nuestros lectores habituales recordarán que en enero de este año publicábamos una entrada en la que se analizaba cuál era la aportación terapéutica de la última estatina (la última en ese momento, porque ahora ya hay otra nueva, ¿es necesaria?) a la luz de los resultados del ensayo Júpiter. La entrada concluía diciendo que “siete años después de su autorización en varios países, todavía no hay datos que demuestren que rosuvastatina disminuye la morbimortalidad en pacientes con hipercolesterolemia”. Como resumen, decíamos que rosuvastatina no constituía un avance terapéutico respecto al resto de moléculas de su grupo, a las que no debería desplazar dado que su prescripción —si se ajustase realmente a una buena prescripción— tendría que ser marginal.
Las estatinas son uno de los grupos farmacológicos más empleados en nuestro medio. Su repercusión económica sobre la prestación farmacéutica es enorme, ya que suponen en torno a un 5,5% del gasto en receta (12 millones de euros en 2010 sobre un total de 219 euros de factura anual del ib-salut).
Las medidas de bajada de precios adoptadas en los últimos años desde el Ministerio de Sanidad —encaminadas a evitar que la factura farmacéutica del Sistema Nacional de Salud sea (todavía) más insostenible de lo que es— afectan a los dos fármacos más consumidos del grupo: simvastatina y atorvastatina. En concreto, las medidas adoptadas el verano pasado —unidas a la promoción de la prescripción por principio activo, que permite la dispensación del medicamento de menor precio desde receta electrónica— han conseguido una drástica reducción del gasto originado por atorvastatina en el Servei de Salut, sin que apenas se haya modificado su consumo, tal y como se observa en los siguientes gráficos:
Gráficos 1 y 2: evolución mensual del consumo (en envases e importe) de simvastatina, atorvastatina y rosuvastatina en la factura farmacéutica en receta del ib-salut (fuente GAIA-IB).
No obstante, dichas medidas acabarán siendo insuficientes si se produce un desplazamiento del consumo hacia otras moléculas que no dispongan de versión genérica. Esto es lo que está sucediendo con rosuvastatina, cuyo incremento de consumo está absorbiendo el ahorro que potencialmente se podría conseguir con la prescripción por principio activo de simvastatina y atorvastatina, a pesar de que rosuvastatina no aporta ningún beneficio adicional a los pacientes tratados. De hecho, en mayo de este año, el gasto en rosuvastatina ya casi igualaba al gasto dedicado a simvastatina —y en este momento probablemente lo supere— a pesar de que el consumo en envases de rosuvastatina suponía sólo el 10% del consumo de simvastatina.
Gráficos 3 y 4: distribución del consumo de estatinas (en envases e importe) en la factura farmacéutica en receta del mes de mayo de 2011 en el ib-salut (fuente GAIA-IB).
Pero a veces estos números tan astronómicos nos parecen muy alejados de la realidad de nuestra consulta, así que, para que todos lo entendamos, lo vamos a contar en número de pacientes: en mayo de este año el tratamiento de la hipercolesterolemia de 4.919 pacientes tratados con rosuvastatina le costó al ib-salut casi lo mismo que el tratamiento de los 47.538 pacientes tratados con simvastatina. A nosotros nos parecen unos números de escándalo, sobre todo porque no hay ninguna evidencia de que esos cuatro mil y pico pacientes tengan un menor riesgo cardiovascular que los que reciben simvastatina o cualquier otra estatina, ni tan siquiera que tengan un mejor control de su colesterol plasmático.
Tabla: pacientes (CIPs) tratados con cada estatina durante mayo de 2011 (fuente GAIA-IB).
Convendría reflexionar sobre lo que estamos haciendo, sobre el uso que estamos dando a los recursos sanitarios públicos, sobre cómo prescribimos y, sobre todo, pensar si estamos haciendo lo mejor para nuestros pacientes cuando les prescribimos un medicamento de menor valor terapéutico que la alternativa disponible anteriormente. Aunque esa mejor alternativa sea más vieja, ya no la promocione ningún laboratorio farmacéutico y ya no esté “de moda”.
8 comentarios:
escelente y detallado post. Lo malo, es que los intereses en todo esto, parece que son otros y no la prescripción del medicamento más eficaz.
Muchas gracias Hector por tu comentario. Un saludo.
Excelente post que deja como trasfondo el concepto de coste de oportunidad: Los mejores resultados en salud a los que renunciamos cuando destinamos recursos a otras alternativas, en este caso, claramente sin ganacia de eficacia. La solución: No financiar "me toos". Ni siquiera me vale costes similares ya que una molécula nueva puede presentar problemas de seguridad. En fin, ¿para cuando la financiación selectiva en función de la utilidad terapéutica?
Enhorabuena por el post
Ismael Escobar
Pues mal vamos entonces... Y si no aporta, ¿no financiación pública? Yo siempre lo digo: libertad de comercialización, libertad de prescripción y libertad de financiación :)
Por cierto, los datos que presentais son publicos? hay bases de datos que se puedan consultar?
Gracias
Muchas gracias Ismael,
Efectívamente es una cuestión de coste de oportunidad (del cual ya hemos hablado en el Nº 18 del boletín), concepto del que nunca nos habíamos acordado porque parecía que la sanidad pública era "jauja".
Pero ahora que vivimos momentos de apreturas económicas, deberíamos pensar en qué invertimos el dinero, pero tenemos que hacerlo todos los profesionales: los gestores, los técnicos, los clínicos...
E igual alguien más arriba tiene que empezar a pensar si es oprtuno empezar a financiar selectivamente los medicamentos en función de su aportación terapéutica.
Un abrazo,
Muchas gracias Miguel por tu comentario.
No entiendo muy bien tu comentario de las "libertades"... ¿libertad para el sistema sanitario, para el paciente, para las empresas farmacéuticas? Nosotros creémos que los sistemas sanitarios públicos deben velar por que los recursos economicos invertidos redunden en el mayor grado posible de salud para la población asistida. Y, por tanto, habrá que empezar a pensar en algún momento si estamos pagando más por lo mismo (incluso a veces por alternativas peores, aunque "más nuevas") y apostar por la selección de medicamentos ligada a su financiación pública.
Respecto a los datos, son de nuestro sistema de información de farmacia (GAIA-IB). Los que hemos publicado en el blog, evidentemente, son públicos desde el momento que los hemos publicado. Pero no tenemos ningún recurso que ofrezca datos agregados de prescripción al público general. En realidad no hay ningún recurso así en nuestro SNS (salvo los informes que hacía en su momento el "Observatorio del uso del medicamento" del Ministerio, pena que no se potenciase esa iniciativa). La transparencia informativa es cosa de los británicos y los noruegos, pero casa mal con la idiosincrasia mediterránea ;-)
Saludos,
Excelente comentario, solo apuntaría que este problema también tiene que ver con las nefastas políticas de reducción del gasto farmacéutico y el apostar por "soluciones rápidas" en lugar de por la responsabilidad.
Muchas gracias Rafa. Efectívamente, muchas veces nos movemos sólo con medidas cortoplacistas que no conducen a nada.
Un abrazo
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