En el primer artículo del número de “El Comprimido” correspondiente al primer trimestre del año, las autoras se preguntan si empleamos adecuadamente las benzodiacepinas. A tenor de lo que se cuenta en él, parece que no.
Las benzodiacepinas son uno de los grupos farmacológicos más prescritos en nuestro medio y a los que más está expuesta la población. Se estima que en las Islas Baleares, cada día del año 2010, setenta y tres de cada mil personas las estaban consumiendo. Y eso contabilizando únicamente aquellas benzodiacepinas que iban prescritas en receta del ib-salut, sin tener en cuenta las prescritas por la medicina privada ni las dispensadas sin receta desde las oficinas de farmacia, que de todo hay… Y el consumo sigue creciendo.
Sus indicaciones de uso más frecuentes son el tratamiento a corto plazo de la ansiedad y del insomnio, como coadyuvantes en el tratamiento de la depresión y en la deshabituación alcohólica, y como relajantes musculares. Todas estas indicaciones implican un uso limitado en el tiempo, sin embargo, es frecuente que los tratamientos se cronifiquen. El tratamiento prolongado con benzodiacepinas se ha relacionado con alteraciones cognitivas y de la memoria y con un aumento del riesgo de las caídas y de los accidentes de tráfico. Además, provoca tolerancia y dependencia farmacológica, lo que dificulta la retirada del tratamiento.
Tal y como se recoge en el artículo, la mejor oportunidad para que esta situación no ocurra la tenemos al iniciar un tratamiento con nuestros pacientes: es importante explicar claramente al paciente que se trata de un tratamiento sintomático y beneficioso a corto plazo, pero que a largo plazo puede producir dependencia y otros efectos adversos, por lo que conviene limitar la duración. Proporcionar esta información hace que el paciente tome conciencia, se implique en su tratamiento y sea el primer interesado en no prolongarlo más de lo indispensable.
Pero si nos encontramos ante un paciente que ya es consumidor crónico de benzodiacepinas, debemos valorar conjuntamente con él la oportunidad de proceder a la retirada del tratamiento. Aunque no debemos precipitarnos, la identificación y la selección correctas de casos sobre los que actuar es tan importante como tener presente que sería un error intentar retirar las benzodiacepinas a todo paciente que las consuma, sin antes haber evaluado de forma individualizada cada situación particular.
En el artículo se proporcionan una serie de recomendaciones generales para intervenir sobre estos pacientes, para seleccionar a los candidatos a la retirada del tratamiento y para instaurar una pauta de reducción progresiva de dosis con la molécula más apropiada. Os recomendamos su lectura.
2 comentarios:
Las benzodiacepinas son las drogas de la sociedad actual y politicamente correctas.
Un gran cantidad de nuestra población esta orifidalizada y por mucho que insistas en la adicción que puede producir la sensación de alivio que produce sobre los sufrimientos humanos hace que la mayoría no quiera prescindir de ellas.
Todas las sociedades se han buscado drogas para aliviar la dureza de la vida, y esta es la nuestra.
En una ocasión un paciente al que le estaba informando de las consecuencias del consumo crónico de benzodiacepinas me dijo "doctora es que si las dejo recurro al alcohol" ,sin dudarlo le hice la receta porque produce menos disfunción social que el alcohol.
Gracias Carmen por comentar,
Dices que gran parte de nuestra sociedad está "orfidalizada" y que, en estos tiempos que corren, las penas del espíritu se curan con benzodiacepinas (añadiríamos los antidepresivos y algún otro medicamento). Y es verdad, pero ¿no crees que los profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos) tenemos parte de responsabilidad en esa situación? ¿no crees que debemos hacer algo para intentar solucionarla?
Publicar un comentario